El cielo, una lápida gris sobre su cabeza.
Uniforme, sin detalles epitafio ni consuelo.
En un patio de orfanato destinada al suelo.
A la mañana invita sin ambages ni tibieza.
Cae, de tan gris el cielo se derrumba y en su caída besa
Una tierra tan triste y desolada
Que el gris encarcela la mirada
Del barrote a la celda al gris regresa.
Hospitales provincianos,
Comisarías de pueblos olvidados
De tragedias y horrores embargados
Presos de rostro gris y mustias manos.
Gris en los pantalones de franela
En los huesos los grises instalados
Huid que el sol abraza rezagados
Nace un incendio en forma de candela.
Despierte al cielo la luz que lo ilumina
Deponga el gris de puro aburrimiento
Que el mundo entero celebre el nacimiento
Que si claudia mal anda bien camina.
Que el gris se vuelva azul y el azul cielo
Y el mal detenga su incesante paso.
En rebeldía se alcen de una vez los vasos
Que se haga realidad pensó el abuelo.
No ven los tránsfugas y los asesinos
Con mente clara por una vez siquiera
Que la llama que arrasa es candela
Y crece hasta alcanzar sus desatinos?
No, no lo ven, pensó el abuelo
Nadie ve, no quieren, no interesa.
El poder se sienta en una mesa
Que no admite invitados de otro vuelo.
Texto: Claudio Acosta
A Claudia y Candela Fotografía: Leticia Acosta

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